...corría, corría y corría... el bosque la engullía en la oscuridad, un bosque lúgubre, frondoso de altos arces, robles y eucaliptos... silbas que arañaban su piel, silbas que desgarraban su corto y holgado vestido blanco, las piedras arañaban sus pies descalzos, una de sus uñas había desaparecido entre el barro, a un así incapaz de parar corría, se caía, se arañaba y se volvía a levantar.
Sus lágrimas se mezclaban entre la lluvia, igualmente ella no se detenía, seguía el sendero, fuera a donde fuera, no podía parar. Su pelo ondulado y rubio caía sobre su pecho a penas tapado y que transparentaba debido a estar mojada, sus ojos verdes esmeralda se perdían en la lejanía, sabían lo que le deparaba. El miedo la acorraló haciendo que sus piernas temblaran, su mente... daba por vencida aquella trágica batalla. Justo cuando se detenía a tomar aire, su agresor, apareció entre la fronda, alto, fuerte, de ojos negros imponentes, tan negros que podría uno pensar que no tenía fondo, su puñal se reflejaba en sus pupilas, aquel puñal afilado como la arma de guerra más poderosa, su mano la empuñaba fuertemente... Ella lanzó un alarido y se calló al suelo, sintió como el dolor y el invadir de la inconsciencia la inundaba, luchó por concentrarse, se arrastró entre las piedras, se arañó y finalmente invadida por el terror se acogió entre una piedra, como conejo en su madriguera- -DÉJAME-gritó con todas sus fuerzas-Déjame, déjame, déjame... Su agresor la miró con mirada lasciva, en su pensamiento discurrían como ríos todas las violaciones y matanzas que ya antes había hecho, se relamió los labios con la lengua, quería torturarla, despacio, cuanto más despacio mejor, y dejarla morir poco a poco escuchando sus gritos... Se acercó a ella, cada vez que daba un paso más, lanzaba una carcajada, y la joven se acercaba más y más a la roca. -Déjame-lloró, sus lágrimas resbalaban poco a poco por sus mejillas- por favor, por favor, déjame. Aquello a él le obsesionaba, le excitaba, verla ahí luchando por su vida, con esperanza, que pronto perdería,le encantaba pensar en esa sangre que caía del brazo de la chica lentamente... como la lamería yo... pensó. Ya casi la tenía, un poco más y esa chica gritaría sin poder evitar lo que pasaría, eso le encantaba especialmente. Ella se movió, se arrastró entre las piedras, se acurrucó agarrándose fuertemente, sin poder imaginar que le pasaría en unos segundos, de pronto una mano la asió, no era la mano de su agresor, ¿Sería la mano de otro hombre?. Lo miró, intentaba decirle algo, pero ella no podía escucharlo, solo podía escuchar su chillido ante una daga que llegaba a ella estrepitosamente, entonces la mano la cogió fuertemente y tiró de ella. Un joven de veinte años, moreno, su pelo castaño mojado por la lluvia se ponía entre sus ojos, ojos azules como el mar, era fuerte, valiente, pensó, la cogió en brazos y salió con ella, y a pesar de las ramas, se dejo llevar y cerró los ojos. Cuando abrió los ojos de nuevo se encontraba en una cueva, alumbrada por una pequeña hoguera, se sentía dolida y entumecida, pero desde luego mucho mejor que antes. -¿Que hago aquí? -Así que has despertado. -Sí, lo he echo-se encaró dañada por su actitud -Jajajaja, no te pongas así conmigo, es mejor que te calmes. A parte de que no te combiene- le dijo mirando su cuerpo- diría más bien que te combiene obedecerme. Ella calló la boca, lo miró como valorándolo, suspiró y repitió: -¿Se puede saber que hago aquí?- -Te iban a matar, ¿no?, púes te secuestré- y soltó una risa. A Meredith, eso no le hizo ni pizca de gracia, el joven siguió hablando- es que ahora, tienes memoria selectiva, mira por donde, y no te acuerdas, ¿verdad?-jejeje, como le gustaba ver a esa chica enfadada, soltando bufidos, le gustaba, lo admitía, y mucho. Meredith, sintió que la cara le ardía de rabia, igualmente se recompuso como una señorita, y se atrevió a decir: -Bastante maleducado por lo que veo es usted, ¿puedo preguntar cual es tu nombre? -Manuel, y tú Meredith. Le gusto verla tan asustada, pasmada del miedo, a penas podía pestañear, río por lo bajo, iba a hablar, pero ella se le adelantó: -Está bien, no preguntaré nada más, a parte de cual es la causa de que decidieras ayudarme. -Una cuenta pendiente con tu padre- respondió frío y distante. Aquella respuesta la había dejado pasmada, su padre... aquel valeroso padre que algún día había estado a su lado, ahora muerto... por alguién, como le habría gustado vengarse, pero después de todo, la venganza no lo devolvería a la vida. Manuel observó y empezó a calcular, ''como mucho nos quedan 20 minutos''. Apagó el fuego, suspiró. -Vámonos -¿ A dónde? -Obedéceme, no preguntes, NO HABLES, solo haz lo que yo te diga.- En ese instante la cogió de la mano, se acerco al centro del bosque, mojó su dedo en la boca, y dejo que el viento lo rozara- -Por allí Se adentraron en el espesor de los árboles, la lluvia a penas le dejaban respirar, notaba que ella se sentía incómoda, sus pechos voluminosos se diferenciaban entre la tela mojada, sus pezones sonrojados sobresalían por el frío, tuvo la tentación de agarrarla, pero inmediatamente se centro, ''No, ahora no es el momento''. Empezaron a correr, a pesar de las ramas y los pinchos, las piedras y los arbustos, no se pararon. De pronto, lo vio... iba a soltar un grito, pero él llegó a tiempo para callarla. -Vamos, anda, no podemos entretenernos. El agresor empezó a correr más rápido, Meredith empezó a temblar, no quería verlo de nuevo... Escucho un silbido, de un momento a otro, ella se encontraba tirada en el suelo agarrando su hombro, que se teñía del rojo de la sangre, diferenció entre su turbada mirada la flecha en su hombro, ''este es el fin''. -Venga Meredith, puedes- le dijo Manuel- por favor, Meredith -Vete tú, yo no podré seguir Manuel. -Shh, no te rindas. Dislumbró en los ojos las lágrimas, no quería verla llorar, el agresor, estaba aquí- -Así que mi querida presa, mi conejita quería irse sin mi, no quiere darme placer, que chica más mala tengo aquí. La mano del hombre agarraba fuertemente el puñal, su mirada lasciva la saboreaba de arriba y abajo, '' que ganas de...'' pensó, ''no te preocupes, pronto tendrás tu premio amiguito, ahora ya tenemos a la conejita dentro de su madriguerra''. La mandíbula del agresor se descolocó, que ansias tenía de comersela, que ansias de torturarla... Manuel la cogió y la arrastró, escuchó atentamente, la cascada quedaba a dos kilómetros, podrían llegar, solo un poco de tiempo. El hombre rió por lo bajo al ver sus caras, y se acerco apretando su entrepierna contra Meredith. -Querida Meredith, tienes la misma cara que tu padre el día que lo maté, jajaja, y que tu madre, como gritaban esos idiotas- río- tu padre no cuido debidamente de ti, mira que en que señorita te has convertido, en una PERRA, jajajaja. La cara de Meredith tornó pálida, deseaba matarlo, y no había más formas de escribir ese sentimiento. -CABRÓN- gritó -Calla Meredith, ven, obedece- dijo Manuel Salieron corriendo y se escondieron detrás de un arbusto, descansaron un poco, sus respiraciones estaban alteradas y aceleradas, las lágrimas le resbalaban por sus ojos rojos, no quería volver a pasar por aquello, su vista se perdía entre el verde, y sus ojos querían cerrarse por el dolor. -Un poco más, venga A Meredith aquel rato de descanso le había servido para pensar, por una vez en su vida deseaba no morir, media cuanto tiempo le quedaba en su mente, como si supiera la hora exacta de cuando su alma dejaría su cuerpo, incluso así, siguió las ordenes de su amigo. Se levantaron cansados, deseaban quedar allí sin que nadie les molestara, pero sabía que no era así. Manuel escuchó atentamente, supo los kilómetros exactos que le faltaban para llegar a donde se proponía, olió el aire y se acercó tímidamente a Meredith: -Ánimo solo dos kilómetros más. Sin abrir la boca siguió sus pasos, el chico la miraba con admiración, muchas veces también con miedo de que en cualquier momento se desplomara y no pudiera salvarla de aquella atrocidad que estaba viviendo. La cascada sonaba cerca, ella lo notaba, sentí la humedad entrando por su piel, el aire puro impregnado como perfume en su cuerpo, su cabello encrespado parecía suavizarse con la melodía del agua cayendo sobre las piedras, era todo tan maravilloso. Suponía que habría un sendero, una cueva, tal vez, pero se equivocaba. -Ya hemos llegado Meredith. Esta miró lo que había después de la punta de su nariz, palideció como el papiro, y negó con la cabeza. -¿NO ESTARÁS PENSANDO EN QUE NOS TIREMOS CASCADA ABAJO, VERDAD? Aquella situación la aterrorizaba más incluso que ser asesinada... no podía imaginarse tirándose de ese precipicio... -Confía en mi. La cogió de la mano, en ese momento a Meredith se le pasaron miles de pregunta por la cabeza, la primera de ellas fue, ¿Será el chico de mi vida?, pero pronto se sustituyó por el miedo atroz a no salir viva de aquella situación. Sintió como se golpeaban contra el agua, no le dolió. Solo sentía terror. Manuel la agarró dulcemente, y la atrajo la abrazó, y deslizo su lengua dentro de sus labios, aprisionó su boca contra la de ella, y le tendió el aire que le quedaba. Por un momento pensó que la estaba besando, pero era más que eso, le estaba dando la vida. Observó como Manuel se hundía sin poder evitarlo a las profundidades del río. Meredith salió a la superficie, sus pensamientos pasaban rápidamente por la mente, tan rápido que cogió una bocanada de aire e intento recuperar el cuerpo inconsciente de Manuel. Emergió de nuevo, y repitió la acción, estaba vez lo agarró, por desgracia con el hombro malo. El dolor crecía y sus ojos no eran capaz de ver más que un manto de oscuridad que luchaba por ceñirse, notó como el sueño la invadía, con la poca fuerza que le quedaba subió a Manuel a la superficie y lo depositó cuidadosamente sobre la orilla. ''ERA GUAPO''. Sintió mas que amistad, o que gratitud hacia él pero por desgracia para ella ya era tarde. Arrancó la flecha del hombro, primero poco a poco, evitando gritar, y después de un tirón la quitó, no pudo evitar dejar salir un alarido, de pronto todo se tiñó de rojo, se prendió la oscuridad, y se desplomó sobre la arena como un trapo sucio. Manuel despertó horas después, su memoria intentaba recopilar toda la información de lo que había pasado, empezó desde el momento que se habían tirado de la cascada, entonces la miró, allí tendida, sintió miedo, tristeza, amor, dolor... -Meredith, MEREDITH DESPIERTA- le gritó. Su cuerpo se hallaba frío, blanco, como un cuerpo inerte. -Meredith, por favor, te lo suplico, despierta, di algo, por favor, por favor... Manuel empezó a llorar no podía evitarlo, temblaba, se contraía, solo quería verla sonreír, o verla enfadada, de esas sonrisas que decián, te odio, quería volver a decirle que se callara, escucharla protestar, ver otra vez como corría, quería, verla viva... -Ma manuel... -OH, MEREDITH... OH... -Shhh, calla- ella cerró los ojos notaba como la muerte la acechaba-gra gracias por salvarme. Él la besó... ... pero Meredith ya había dejado el mundo...
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AutorMiriam Otero Pousada. Archivos
Octubre 2016
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O rincón de FaMi