Querido cielo nocturno:
Procura desvestirte poquito a poco, porque si vas rápido me quemaré. Ten cuidado si tu corazón no está limpio, me ensuciaré. Pero si te descalzas a la entrada de mi casa, si besas mi cara al amanecer, abrazas mi cuerpo al atardecer, me haces el amor cuando la luna y el sol se esconden tras la montaña, entra, que te dejaré. Reconozco en ti el valor artístico de mis dedos, las teclas del piano, las huellas dactilares. Juego con fuego, para marcarte, no tatúo con tinta pero sin con sangre. ¿Quieres verme? Te estoy esperando un día más sobre mi cama caliente, desnuda, con la seda tocando mis manos, los pies sobre el suelo frío, y las mantas de un lado a otro tapando todas las motas del color. Da impresión de que es primavera. Es otoño. Corre el reloj, sus manijas están moviéndose, dan las horas y aquí estoy, mis ojos vidriosos solo pueden pensar en ti. Yo sé, que estás pensando en mi silueta, en mi barriga, en mis pechos, en mis labios, en mi pelo corto… que peculiar, gorda pero sensual, única púes, como cada ser humano. Te dejo entrar en mi casa, enfundado entre abrigos lavados, me defiendes con tu presencia y ante los demás me veo fuerte, robusta, soy una gigante. Es que eres tú, da igual la película de terror que ponga, de todas formas siempre estaré aquí, da igual los años que pasen o si tan solo son horas, yo siempre te esperaré. Inigualable la vida. Querido, muy querido amor. Aquí y ahora
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AutorMiriam Otero Pousada. Archivos
Octubre 2016
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O rincón de FaMi